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Carlitos no quería tomar la sopa. Cuanto más lo forzaban a hacerlo, más lloraba. Sus berrinches se esparcían por toda la casa y sus padres no sabían que hacer. La guerra había comenzado.

Carlitos pensaba en como dejar de tomar la sopa sin que sus padres se enterasen; y ellos, en como hacer que su pequeño los obedezca. No había posibilidad de diálogo. Cada bando puso a prueba diferentes formas de conseguir sus objetivos. Carlitos consiguió un cómplice, el perro de casa, quien recibía la comida desde debajo de la mesa para esconderla en su estómago; y también se las ingeniaba para confundir a mamá ocultando algunos aditivos indispensables para la preparación de la sopa y el deleite gastronómico común, toda clase de polvillos químicos eran refugiados en el techo del vecino, en el inodoro del baño o directamente en el camión recolector de la basura. Pero los padres de Carlitos no querían fracasar en su intento de ser unos padres responsables; ya la tía de Carlitos los había advertido de la penosa situación y utilizado como objeto de burla en conversaciones con las amistades del trabajo. La madre de Carlitos desconfiaba de la autoridad que la correa de su esposo intentaba imponer a la hora del almuerzo. No quería volver a ver a su hijo llorar, pero si quería verlo tomando la sopa. Así que tomó una creación de la cultura popular de la cual ella también fue víctima durante la niñez; al día siguiente, cuando Carlitos despreciaba la sopa, ella advirtió la proximidad de un temido personaje malvado y monstruoso que secuestraba y dejaba abandonados en el campo a los niños desobedientes de la ciudad, luego de haberlos golpeado. Carlitos tuvo mucho miedo, y tomó la sopa.

Durante la noche, Carlitos no podía dormir. Pensaba mucho sobre los monstruos de los que le había comentado su madre y de los que cuentan sus programas favoritos de entretenimiento en la televisión. Tuvo miedo, así que prendió la luz y, luego de quitar las cortinas de la ventaba, oyó los gritos desesperados de los niños de la casa del vecino y voces amenazantes que los acusaban de no haber tomado la sopa. Carlitos tuvo miedo de que llegasen a casa a buscarlo, estaba convencido de que eran los monstruos de los que mamá había advertido. Se acercó a la ventana de los vecinos y pudo observar a los monstruos malvados: los papás de sus vecinitos.

1 comentario:

Yo dijo...

No simplemente es miedo por nosotrxs, suele ser solidaridad gremial.