maullidos extraviados

los gatos
no van a la revolución
son demasiado perezosos.

los gatos son la revolución,
una revolución
golosa e incontrolable
como sus saltos
con aroma a parkour.

el inmediatismo es una amenaza
para los concursos de belleza
por eso los gatos
se cagan
en la publicidad.

y aún algo más desafiante,
el dejar olvidadas
las puertas abiertas
y los asaltos extravagantes
no niegan ninguna nueva sorpresa:
una revuelta insaciable
donde acariciarnos hasta calentarnos
sin que el granhermano nos vigile.

los gatos
no quieren asegurar nada,
sólo quieren desilachar el mundo
por eso no duermen dentro de casa.

el peligro,
acompañante seductor,
incita a desafiar la domesticación:

antes de limarme las uñas
prefiero menear la cola
sin compromisos
con la burguesía.
antes de pedir permiso
prefiero ir en busca
de techos ajenos
para cantarle a la luna
que le soy infiel.

pero he de acostarme
con el sol,
sin prisas
sin relojes
en mi corazón.

la sensación
de un miau impúdico
deslizándose
para desestabilizar todo orden
puede enmarañarnos
en nuevas revelaciones:
nos comunicamos
con caricias llenas de saliva,
las cosquillas debajo de nuestros cuellos
convierten nuestros sudorosos cuerpos
en miles de laberintos rizomáticos
que se trepan en un erotismo sin dueños
seduciendo y corrompiendo la vida.

los ronroneos son mis testigos y confidentes.

todo lo demás se esconde en mis bigotes.

posdata:
cualquier cosa es más importante que esta declaración.
yo prefiero que nos lamamos el cuellito, tú y yo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gatos, Gatos, Gatos.